Unas llegaron buscando la palabra y otras donde ponerla.
Otras abrieron los oídos al escuchar el mar salir del centro de un cencerro.
Otras tuvieron terribles visiones cuando de la tierra brotaba luz y sangre.
Otras notaron el latido del útero de una cierva que las llamaba, para que atravesaran el bosque. Y así, las unas con las otras se dieron de comer y se dieron calor mientras se abrazaban, porque estaban a punto de fallecer en un mundo feroz, que las había abandonado.
El bosque continúa lleno de luz y sangre, hace quince años que lo atravesamos siguiendo el camino que nos empuja hacia la poesía,
la música, el teatro y la necesidad de expresión.
Un camino a La Casa de Zitas.